En el epílogo a Mi más hermoso texto. Poesía completa, de Alberto Cardín (Villamayor, Asturias, 1948 – Barcelona, 1992), publicado por Ultramarinos Editorial y firmado por Brice Chamouleau se atisba una idea para la jornada de reflexión. Jornada que, dicho sea de paso, ¿no podrían sus señorías eliminar de una p*** vez?
» Las resistencias políticas a la cultura son ubérrimas y provienen tanto de girondinos como de jacobinos, a la espera de que lleguen los nuevos Sans Culottes
El texto de Chamouleau dice: «Ahí radica el interés de leer a Cardín, su poesía, no tanto por mantener hacia él una mirada respetuosa, porque sería considerarlo desde el presente como a un igual, sino como voz, entre otras, de un mundo pasado, cercano y lejano, cuya lectura contribuye a historizar lo cultural en la España presente. Por ahí, entiéndase la producción de relatos históricos complejos, donde lo cultural, lo estético y lo poético, se inscriben en mundos políticos y sociológicos que debemos esforzarnos por comprender porque algo mantienen con maneras nuestras de entender el lugar de la cultura en lo social que vivimos. Y esto afecta a nuestras capacidades de imaginación de las resistencias políticas en el mundo que habitamos.»
Pero que nadie se dé a engaños: las resistencias políticas a la cultura son ubérrimas y provienen tanto de girondinos como de jacobinos, a la espera de que lleguen los nuevos Sans Culottes, comandados por universitarios, altos funcionarios, periodistas e informáticos, listos para rematar el terror cultural. Como los marranos, me temo: así artistas, bailarines, músicos, actores, escritores.
DE UNA FILÓSOFA MARXISTA QUE OCULTA LO EVIDENTE Y EXHIBE LO MARXISTA. La gorda molinera, la fiera filósofa panzona, que oculta en su botija su falsedad y saca los paños del discurso por otros ya tejidos para cubrir sus carnes flojas y fondonas de maricona vieja. El marxista fascista y engañoso, la falsedad viviente, rodeada de libros y mentiras, de verdades guardadas del mundo y el polvo en anaqueles, anuladas, rematadas, muertas, embalsamadas de asco en su asquerosa guarda, de aséptica lujuria y gula histérica. Mira alrededor, los ojos de deseo inyectados, y desea que miren y no vean su cuerpo desgarrado de sevicia moral, del ansia que salmodia mortal e incesante en su cerebro. Quiere pecar y no puede, quiere ser inocente y remeda el mundo original con trizas del pasado. Llora y oprime su corazón sufriente que clama por volver al paraíso, pero no hay vuelta atrás, hacia la edad de oro. Ni el cambio se muestra lejano siquiera a siglos de distancia, y esconde, en el mismo rigor formal, cansino, del vivir cotidiano, matrimonial y hastiado, la segura creencia de que nada muda. © 2016, Herederos de Alberto Cardín
En fin…
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Recordar a Cardín en un país de tanta desmemoria.siempre es buieno.
Saludos.
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Y a tantos otros, como a Pedro Ugalde, por ejemplo. Gracias, Jorge.
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