Japón.

Para un viajero perdido en Japón, en mi caso apenas un turista, los contrastes son vertiginosos. La vida es rápida como un haiku o pesadamente lenta tal que una partida ruidosa e interminable al pachinko o quizás una espera para comer en los cientos de restaurantes tokiotas colapsados por una multitud ejemplarmente disciplinada. Los ejemplos se sucedieron durante mi estancia y me asaltaron desde la hora del desayuno hasta el mismo momento en que me iba a la cama, en el momento de los sueños.

En Japón todo está perdido y hay que salir a encontrarlo. Y por cada viajero perdido, hay otro que se encuentra. Sí, todo está perdido en Japón. Todo perdido menos, como dirían los hermanos Goncourt, el honor y la fortuna… El resto, todo el resto, eso es Japón.