LA VIDA ERA BUENA

Eran las doce del mediodía. Sonó el teléfono de casa. «Javier, soy Félix». La voz del hermano sobrevenido sonó dulce y grave como un mar a solas, como un quejío en una seguiriya. Era septiembre de 2013. Me preguntó cuándo volveríamos Pilar y yo por Madrid, que se estaba haciendo mayor. «Tal como están las cosas / tal como va la herida / puede venir el fin / desde cualquier lugar / Pero caeré diciendo / que era buena la vida / y que valía la pena / vivir y reventar.» Le dije que no sabía, pero que pronto, antes de finalizar el año, tendría noticias nuestras; y que alejara esos pensamientos e hipocondrías.

>>Pero caeré diciendo que era buena la vida.

En noviembre le llamé. La enfermedad ya se había encaramado a su cuerpo. Hablé con su mujer, Paca Aguirre. Y fui sabiendo, pero sin querer saberlo, tomándome el arsénico en pequeños dosis. Un día de enero, llamé y hablé con Lupe, su hija. «Ya no se puede poner, Javier». Unos días después, el 30 de enero de 2014, Félix Grande moría en la madrileña calle de Alenza. Y el relámpago se desató de la redoma. «Tal como están las cosas / mi corazón se llena / de puertas que se cierran / con cansancio o temor / Pero caeré diciendo / que la vida era buena: / La quiero para siempre / con muchísimo amor.»

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