La zona de interés

El verdadero interés de esta película de Jonathan Glazer, basada en la novela de Martin Amis y cuya lectura recomiendo, radica en Hedwig Hoss, la mujer del teniente coronel y comandante Rudolf Hoss. El otro foco de atención está en lo que se oye, en el sonido que acompaña a la mayoría del metraje. Y también en lo que se ve más allá, en el horizonte inmediato. Ahí está esa idílica huerta con sus girasoles junto al muro que separa la casa de campo del campo de exterminio. La angustia, el sufrimiento y el horror están implícitos. Sí, hay que estar atento, pero el espectador sale recompensado con creces, a menos que tenga el alma sorda y ciega.

«Cuando el poder erosiona la democracia, esta se abate y cae.

Los «deliciosos momentos» que se viven en la casa familiar de los Hoss, la visión de sus logros cotidianos y aspiraciones vitales junto al terror del campo, son un ejemplo extrapolable a nuestros tiempos, cuando vivimos banales o ausentes, con desinterés, las inmediatas injusticias sociales, políticas y económicas que se perpetran con el beneplácito de los partidos políticos y cada vez más ciudadanos.
Más allá —el epílogo invita a ello—, hay una lectura que nos interroga sobre el turismo del horror y la alarma ya constante ante las derivas autoritarias en muestras democracias liberales, ya sean nacionalismos, separatismos o populismos de toda laya, a uno y otro lado. Amén de deslealtades continuas por parte de los políticos responsables de fijar y sostener los equilibrios institucionales de nuestra sociedad. Cuando el poder erosiona la democracia, esta se abate y cae. Los hechos no se repiten, pero la historia acaba por ser muy parecida.

Fotograma de «La zona de interés».

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