Labra y Munárriz

Acabo de recibir los libros de Ricardo Labra y Miguel Munárriz, hermanados bajo el influjo de la editorial Luna de Abajo. El de Labra, «El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario», es un análisis prolijo acerca de la tardía acogida en el canon literario del autor de La Regenta. Por lo leído, tanto su personalidad como su estrategia literaria no contribuyeron ni siguieron los pasos elementales «para sublimar su obra literaria». Los lectores sabrán apreciar la hondura y los aciertos o no de este ensayo, pero todo él está moteado de jugosas anécdotas («Yo como tengo Alas —y puedo volar, —encima “del Valle” —me voy a cagar», parece que contestó en alusión a un tal Del Valle que se metía con él) y comentarios escritos desde la lucidez académica pero con la deliciosa compostura del divulgador.

Labra ha escrito un ensayo lúcido, académico y divulgativo

Estoy convencido de la necesidad de este libro, y más acá, no albergo dudas de que su lectura resultará provechosa a quienes tan democráticamente se dedican a consolarse —literariamente o no— con tan escaso esmero. Libro que puede leerse casi como si de un thriller se tratase y que supone, todavía, un capítulo más que añadir a la identidad ovetense y al carácter de sus habitantes. En mi humilde opinión, tanto el capítulo V, que atañe al canon, y el VII, que trata de las peripecias del monumento dedicado a Clarín, son las dos cabezas de este gran busto que ha compuesto el poeta y crítico Ricardo Labra.

Por su parte, Miguel Munárriz escribe una autobiografía, pero no de hechos privados, sino de hechos literarios, incluso cuando habla de música o de cine o de cualquier otra materia los convierte en asuntos literarios. Es más, una de las certidumbres de este libro está a la luz del lector, ya desde su título: «La escritura contra el tiempo». Y sin embargo, el mismo autor recordará, con o sin nostalgia, con o sin precisión, cada tiempo, momento e instante que ha inspirado estos textos. Por aquí pasan artículos de diversa factura y calado, pero absténganse si buscan excesos.

Este libro es también un laberinto y un laboratorio

de vasos comunicantes. Es decir, un mapa de la experiencia

A cambio deja rastros divertidos, como la anécdota con Vázquez Montalbán. Artículos que van de los bárbaros (Kavafis, Buzatti, Coetzee) a Enid Blyton; de Pereç a Ángel González; de Isac Dinesen a Simone Signoret; de Onetti o Cortázar a Zweig y Szymborska y ese poema que comienza con su «Antaño…» y que «nos incumbe a todos». Libros, libros y más libros que se conectan en el tiempo (qué otra cosa es una biblioteca). Pero por encima de todo sobrevuela la verdadera biografía de Munárriz y que seguro será la de tantos: «Estos meses de aislamiento he sondeado con más alevosía los libros; es un ejercicio de lo más curioso, porque sueles encontrarte contigo mismo —o con ese que a veces recuerdas vagamente en una especia de autorretrato de desconocido—, en el rastro que has ido dejando en forma de subrayados, de anotaciones en los bordes o de recortes de prensa, incluso con un billete de tren que te recuerda a dónde te encaminabas leyendo aquel libro».

Añado que este libro es también un laberinto y un laboratorio de vasos comunicantes. Es decir, un mapa de la experiencia. En fin, la vida, la de Munárriz, a juzgar por lo leído y sugerido, puede que sea un sertón, un París y una Madame Bovary, así, todo junto.

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