Permítanme que hoy me detenga en una mujer. Su nombre es Concha Quirós y lleva casi toda su vida, salvo alguna estancia en París, al frente de la ovetense Librería Cervantes. Y es que hoy, en la Sala de Dones de la Fundación Aula de las Metáforas, sita en Grado (Asturias) y cuya sede es uno de esos lugares enigmáticos que encierran misterios donde descubrir los pluviosos acertijos de la vida (los amantes de los libros y, en concreto de la poesía, deberían visitar este lugar al menos una vez en su vida) se le hará entrega del Premio Aula de las Metáforas 2015. Para entregarle la escultura de Pep Carrió estarán las autoridades del Principado de Asturias —Vicente Domínguez, Viceconsejero de Cultura— y del Ayuntamiento de Grado —su alcalde, José Luis Trabanco—, que acoge dentro de su Biblioteca Pública el Aula de las Metáforas, ese espacio sensual y detenido, esa ágora esquinada y divertida, ese no lugar aéreo y desnudo desde donde las nubes de la experiencia, la emoción y el conocimiento parten de viaje para descargar sus palabras por doquier y, de paso, como canta Luis Eduardo Aute, «mojándolo todo». Y allí también estarán los poetas y escritores Leopoldo Sánchez Torre, Fernando Beltrán, Miguel Munárriz, Álvaro Díaz Huici, Ricardo Labra, Antón García, Manuel García Rubio, Esther García y una lista importante de escritores y amigos para celebrar este premio junto a una mujer que ha luchado y sigue luchando imbatible por el libro, los lectores y los autores.
» Con Concha Quirós aprendí el incondicional amor a los libros
como fuente de dignidad humana
y su fina inteligencia para aunar el mundo de la empresa y la cultura.
Recuerdo que cuando la conocí todavía habitaba en la antigua librería de la calle Dr. Casal, donde empecé a gastarme mi exigua paga paterna en algunos libros de la editorial Cátedra. Muchos años después tuve la fortuna de aprovechar la oportunidad que me ofreció para colaborar con ella y toda su magnífica gente en ese otro lugar emblemático del libro en Asturias que es el Foro Abierto de la Librería Cervantes y por donde han pasado cientos de autores tanto de la literatura española como extranjera. Fue un tiempo veloz y excitante en el que organizamos cientos de actividades y que recuerdo como una bendición. Luego le llegó el Premio del Librero Cultural 2002 gracias al amor por el libro, la literatura y el arte que tanto Concha Quirós como todo su equipo supo transmitir con rigor profesional a través de la calidad de las numerosas iniciativas que hoy en día son ya faro y cita cultural permanente. Con ella aprendí un par de cosas inolvidables, además de esa pasión y entrega elevada casi a obra de arte que es el oficio de librera: el incondicional amor a los libros como fuente de dignidad humana y su fina inteligencia para aunar el mundo empresarial y el cultural. Y si alguna vez perdió, sólo pudo deberse a esa enorme generosidad que la lleva a embarcarse una y otra vez en empresas quijotescas, aunque todos sabemos que ella entronca con esa estirpe de mujeres que saben arrostrar cada día y cada caída levantándose enseguida, sacudiéndose el polvo del pesimismo y el mal augurio: medallas por cada una de sus heridas no le faltan.
» Al pasar por la Librería Cervantes recuerdo a Luis Rosales
y me digo: «Gracias, Señor, la librería está encendida».
Casi siempre que tengo ocasión de intervenir en el Foro Abierto, y la veo entre el público como una más, con su pelo de nube, le agradezco que mantenga viva la luz de la librería. Y suelo decirle con una sonrisa de complicidad, que cuando voy de vuelta a casa y paso por la calle Dr. Casal, y me cruzo con alguna sombra a la que doy las buenas noches, al pasar a la vera de la Librería Cervantes recuerdo a Luis Rosales y me digo «veo iluminadas, obradoras, radiantes, estelares, las ventanas, –sí, todas las ventanas–, Gracias, Señor, la librería está encendida». ¡Gracias, Concha!