Somos un país en el que sabemos vivir muy bien el otium. Y no es extraño. Es la respuesta histórica ante tanta complacencia y corrupción, el consuelo ante la indigencia política y el paraguas ante todos estos orcos que nos han hurtado día a día y desde hace demasiado tiempo un presente mejor. Lo peor es que seguimos dándoles nuestro voto sin darnos cuenta todavía que somos nosotros quienes debemos cambiar. Cambiar un buen rato de ocio por un tiempo de reflexión e intervención política. Pero nos faltan los arrestos y el acuerdo necesarios para gobernar a 350 y de paso a ese ejército de cachorros locales y autonómicos que nos infectan y desmoralizan con su cara más dura. Cirugía, higiene, profilaxis. Ahora, con su permiso, voy a leer algo y luego a tomarme unas cañas.
Es que no entender de política ha estado siempre de moda. Es un esnobismo insensato que no lleva a ninguna parte. Siempre he creído que eran residuos del miedo conservados de la época de la dictadura. Pero ahora el pasotismo ha tomado otro sesgo (peor) y se ha incrementado. Ya no nos conformamos con presumir de incultos, ahora somos indiferentes. Y, ni siquiera por culpa del cabreo es justificable la indiferencia. En realidad, con el cabreo menos aún porque renunciamos a lo único que de verdad podría modificar algo o mucho.
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Sí, creo que es cierto lo que dices: el miedo, el cabreo, la indiferencia. Al fin, esta desgraciada renuncia. Gracias por añadir otra vuelta de tuerca.
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