Cuando hablan, algunas personas gesticulan ostensiblemente. Otras tienen un deje característico que las dota de personalidad. Es como una actitud anticipada de lo que pueden llegar a ofrecernos. El caso Rubalcaba es paradigmático. Ese cuello oscilante junto con su mano derecha serpenteando con suavidad hacia el exterior, desplegándose como el ala de un albatros (casi escribo gaviota), y la izquierda explicativa le otorgan una inconfundible forma que tiene la fortuna o la desgracia de ser epatada por muchos. De Adolfo Suárez se copió el tumbao de su cabeza, desconfiado como correspondía a la transición hacia la democracia. Ya ven que su gesto iba cargado de razón. De González, Felipe, algunos le copiaron hasta las formas de andar, una forma básica del culto a aquel líder absoluto que aún hoy sigue teniendo adeptos; y de Zapatero (a su vez plagiador de González) muchos, y muchas también, ese taxativo gesto del índice y el pulgar, arriba y abajo, sin demasiado que contar en realidad. A Calvo Sotelo no le dio tiempo ni a hacer mus y a Aznar ya sabemos que le gusta más copiar e incluso imitar el deje tejano, porque como casi dijo Francisco Umbral (el que felicitaba a Rajoy por la mayoría absoluta de Aznar), no dejó nunca de ser un esforzado funcionario salido de Valladolid. Y Rajoy qué. Pues Rajoy no se sabe. Eppur si muove.
Rajoy perdió sin hacer nada y ganará igualmente.
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