
Con los años y a cierta edad, leer la piel de los cuerpos puede provocar una ceguera inesperada o una punzada en el alma de los genitales. Entonces, la sabiduría consiste en mirar por la ventana e ilustrar una leve sonrisa, no más, que ilumine los vapores inveterados. Se dice fácil pero en determinados casos el alma pesa toda la vida. Para saber esto no hace falta llegar a viejo. Por eso conviene tenerlo en cuenta, para extraer todo el jugo a este veloz presente. El poeta que avisa no es traidor. En este caso se apellida Margarit y le llaman Joan. Y dice:
VIEJO EN LA PLAYA
El verano feroz llena el espacio. Mi mirada resbala por los pechos y el vientre y llega al pubis de esta mujer joven. La añoranza, brutal, me está ofuscando. Y de pronto, cegado por tanta claridad, s como si estuviera detenido en el umbral de una casa en tinieblas. Trato de acostumbrar mis ojos a esta nueva oscuridad.