En Capdepera, durante una tarde tranquila y soleada que apetecía demorar hasta el fin del mundo, y gracias al poeta Fernando Beltrán, leí Hojas de ruta – I. El Formosa del suizo Blaise Cendrars (la traducción corresponde a José Antonio Millán Alba). Se trata de una edición semifacsimil, publicada por la Fundación Juan March con motivo de la exposición sobre la pintora brasileña Tarsila do Amaral. La muestra ya cerró sus puertas en Madrid, pero aún puede verse hasta el 31 de julio en la Fundación Caixa Galicia en Santiago de Compostela. Allí, si ustedes quieren, podrán adquirir un ejemplar a un módico precio junto con Pau Brasil de Oswald de Andrade.
Tras su lectura —pensé que me acababa de leer en el tiempo récord de una hora una maravillosa novela de 300 páginas—, no me extrañó su estilo torrencial y colorido, con una versificación libre y llena de musicalidad, que en la mayoría de sus versos capta con astucia y belleza la impresión de los viajeros, las pequeñas aventuras a bordo, el perfil de la tripulación, las singladuras y el relieve expresivo de cada puerto o lugar: Bilbao, La Coruña, Villa García, Portugal, Dakar o Fuerteventura hasta las costas e islas del Nuevo Mundo, en concreto, Brasil. Lo que verdaderamente me sorprendió, gracias a sus detalles, a su humor e inteligencia, a su hondura y su valentía con el lenguaje, fue ese aire evocador de los viajes cuando incorporan un profundo sabor a vida vivida, a transgresión de la costumbre y revelación de una piel y unos ojos nuevos. Lo que me sedujo fue esa escritura sin andamios ni muletas que se convierte en necesaria porque responde con creces a las expectativas y porque no le exige nada al lector, sino a sí mismo a través de la obra que escribe. Al fin, es muy probable que sus versos perduren en la memoria del lector con mayor veracidad y realismo que algunos de los hechos sustanciales de su propia vida.

La ruta a bordo del Formose, en el que se embarcó el poeta Cendrars en febrero de 1924, iba desde el puerto francés de Le Havre hasta Sao Paulo; el libro consta de 73 poemas en 70 páginas —acompañados por algunos dibujos de la artista brasileña—, con los que su autor logra imbuirnos de la peculiar atmósfera viajera de hace ya casi un siglo. Cendrars perdió el brazo derecho durante la I Guerra Mundial, en 1915. En 1956 escribió su última novela, ¡Llévame al fin del mundo! Murió en 1961, justo después de obtener el único premio de su vida: el Gran Premio Literario de la Ciudad de París.
Cómo me gustaría lograr que muchos blogs actuales (incluido el mío) contuvieran las mismas refrescantes sensaciones que esta magnífica bitácora. Lástima que debamos regresar tan pronto de las lecturas y de los viajes, de las tardes y de los mares. Les dejo con dos poemas:
Traje blanco Me paseo por cubierta con mi traje blanco comprado en Dakar Calzo unas alpargatas compradas en Villa García Llevo en la mano mi boina vasca traída de Biarritz Mis bolsillos están llenos de Caporal Ordinaire* De vez en cuando huelo mi pitillera rusa de madera Tintineo calderilla en mi bolsillo y una libra esterlina de oro Tengo mi gran pañuelo calabrés y cerillas de cera de esas gruesas que sólo se encuentran en Londres Estoy limpio lavado frotado más que la cubierta Feliz como un rey Rico como un millonario Libre como un hombre *Marca y tipo de tabaco. El camarote nº 6 Lo ocupo Debería siempre vivir aquí No tengo ningún mérito en quedarme encerrado en él trabajando Por lo demás no trabajo escribo todo lo que se me pasa por la cabeza No no todo sin embargo Pues hay montones de cosas que se me pasan por la cabeza pero no entran en mi camarote Vivo en una corriente de aire con el gran tragaluz abierto y el ventilador roncando No leo nada
A mi también me gusta el camarote nº 6 , pero yo no sé nada de poesía….
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Yo tampoco sé nada de la bellota ni del cerdo ibérico, pero puedo afirmar que no concibo una buena comida sin jamón ibérico de bellota…
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El camarote nº 6 me ha gustado mucho, gracias por colgarlo.
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